Las majestuosas intenciones de solucionarlo eran vanas, el hombre no deseaba ser consolado. Nuncas antes había experimentado algo así y prefería el dolor a la ausencia de sentimientos. Estallaron mil bombas en su corazón y dejó de importarle cualquier otra cosa.
Hasta que comprendió que el veredicto era definitivo, concreto, irrefutable; entonces huyó.
Era el oro o la nada misma. Ojalá en la nada encuentre felicidad.
jueves, 29 de enero de 2009
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