lunes, 27 de octubre de 2008

Doblar en la esquina y otros demonios

Incluso para aquellos que me conocen sigue siendo sorprendente que yo no sepa manejar. De hecho es más sorprendente para los que me conocen, ya que saben que suelo contar con el auto de mis viejos y que suelo perderme muchos eventos por no saber manejarlo. En realidad no se sorprenden, se dan cuenta que soy una boluda.

Por eso me decidí, despues de 7 años de amenazas infructuosas, a aprender aunque duela pagándome lecciones en una academia. Ya van 5 y hasta ahora aprendí:

- a arrancar el motor y mover el auto
- a pasar a 2da
- a pasar a 3ra
- a pasar a 4ta
- a poner reversa

Si usted entendió que aprendí una velocidad por clase calculará que voy a necesitar 728 para sacar el registro. Bueno, no, mi imposibilidad radica en un único instrumento de aparente dominio popular que ha despertado en mí traumas que desde mi temprana infancia no experimentaba... el puto volante!!! Maldito timón endemoniado que no me sabe transmitir ningún tipo de certeza!! No hubo en las 5 lecciones un buen giro en el que no se me corrigiera algo: no lo soltaste, más abierto, no miraste, enderezáaaa!

Y no me vengan con toda la huevada esa de que es cuestión de práctica, porque me la sé de memoria. Lo que no me sé de memoria es si primero piso el embrague y después freno, si miro y acelero a la vez, si aviso a la policía mientras mato a alguien o si huyo primero y llamo después...

Mamaaaaa, tengo miedo de la esquina!

miércoles, 1 de octubre de 2008

Morocha, negra y rolinga


Así me devolvió Europa, señores:


Morocha, negra y rolinga,
exedida de peso, desinhibida,
atenta, creativa, callada, impulsiva,
algo alcohólica, más vaga,
más ingeniosa aunque menos organizada,
más pensativa pero menos concentrada,
más ocupada y menos preocupada,
un poco pobre pero siempre solidaria.

Así me devolvió Europa, señores;

La cabeza abierta, las ideas sueltas,
la panza ampliada, las patas cansadas,
el paladar dispuesto, el estómago expuesto,
la mente mareada, la vista alzada,
la sonrisa prendida, las manos vacías,
el recuerdo lento, el corazón contento...

El corazón contento.

Así me devolvió Europa, señores.

Cuánto la extraño y quiero volver.